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Ruido blanco: portada

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  • N° páginas : 56
  • Medidas: 120 x 210 mm.
  • Peso: gr
  • Encuadernación: Rústica
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Ruido blanco QUINTO,RAUL

Una reflexión sobre los miedos contemporáneos: cómo se nos instalan, crecen y nos paralizan.

Editorial:
Colección:
POESIA
Materia BIC:
Poesía de poetas individuales
ISBN:
978-84-939991-0-0
EAN:
9788493999100
Precio:
9.62 €
Precio con IVA:
10.00 €

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Sinopsis

Ruido blanco: señal aleatoria que contiene todas las frecuencias, todas ellas con la misma potencia. Es el sonido del mundo contemporáneo, donde la suma de todas las voces produce un marasmo informativo, un colapso ensordecedor. En este libro, Raúl Quinto explora las superficies de ese ruido, interminables como una fuga barroca o un gigantesco zapping presidido por el fantasma catódico de Christine Chubbuck, la presentadora de TV que intentó ofrecer a sus espectadores «lo último en sangre y vísceras» con un gesto definitivo. Un collage de imágenes y voces, abierto a todo tipo de interpretaciones, en el que la fascinante sucesión de escenas y referencias deja entrever el inexpresivo rostro del más aterrador de los vacíos: el vacío de lo real.

El libro en los medios

Raúl Quinto, entrevistado en Candil Radio

31/01/2013

Entrevista en Candil Radio con Raúl Quinto, autor del poemario "Ruido blanco".

El ruido de la posmodernidad (Ideal de Granada, 26 enero)

29/01/2013

"Ruido blanco": señal aleatoria que contiene todas las frecuencias, todas ellas con la misma potencia. Es el sonido del mundo contemporáneo, donde la suma de todas las voces produce un marasmo informativo, un colapso ensordecedor», dice la contra del último libro de Raúl Quinto (Cartagena, 1978). "Ruido blanco" sintetiza el carácter general de este libro, que es el demiurgo de esta sociedad de final de la posmodernidad. Quinto explora las superficies de ese ruido, interminables como una fuga barroca o un gigantesco zapping presidido por el fantasma catódico de Christine Chubbuck, la presentadora de TV que intentó ofrecer a sus espectadores "lo último en sangre y vísceras" con un gesto significativo. Ese gesto fue su suicidio en directo, como un contenido más de su programa. La periodista denunció con su acción final el trato efectista que su cadena tenía frente a noticias violentas. Este poemario se presenta como un collage de imágenes y voces, abierto a todo tipo de interpretaciones, en el que la sucesión de escenas y referencias deja entrever el inexpresivo rostro del más aterrador de los vacíos: el vacío de lo real. A lo largo de todo el libro hay una intención de crítica social, «desde el momento en que denuncio la superficialidad e intento profundizar», dice Raúl. «Es cierto que vivimos en un mundo de eslóganes y no de literatura, donde todo lo que se produce es para consumo rápido, directo y sin matices. Propongo detenerse un momento y mirar, y pensar», comentó. «Propongo los rayos X frente a la cultura de la superficialidad», concluye Raúl Quinto. «El mundo en el que vivimos está atravesado de ruido blanco. Vivimos en una sociedad donde la información, los mensajes, los diferentes códigos, nos asaltan, nos agraden continuamente: una sociedad de la sobreinformación». La saturación e inflación informativa lo que produce, según el autor murciano es «aislamiento, alienación e incomunicación». "Ruido blanco" refleja en su forma y contenido, a través de la yuxtaposición y de la creación de un lenguaje críptico, endiablado, como el juego de un epiléptico con el mando del televisor, el sentido de saturación informativa, de confusión, de caos, y todo esto lo pone en cuestión, «para provocar algún tipo de conflicto en el lector». En la poesía escrita por esta rareza en el panorama poético actual ante el imperio de lo experiencial y sus discípulos, Raúl Quinto es de los que piensan que el continente hace contenido, porque la poesía es un lenguaje denotativo. En esta línea, el poeta sintoniza forma y contenido al usar una técnica que emula a ese ruido blanco, el silencio entre cada una de las emisores en el transcurso de su sintonización en el dial. Hay poemas escritos en verso libre y algunos en prosa. Imágenes, cine, televisión, radio y música, mucha música, la de Sonic Youth, Noise, y ritmo, desde el silencio hasta la distorsión. No se lo pierdan y sintonízenlo. (Por Juan Luis Tapia)

Ruido blanco: la poesía es música con guitarras eléctricas de fondo (El Almería, 28 noviembre)

28/11/2012

RAÚL Quinto (Cartagena, 1978) es un poeta almeriense ya incluido en el libro "Poesía del paisaje almeriense", de María Galera. Raúl me habló una vez de su poema Stalingrado con fondo de canciones de Joy Division y Sonic Youth, por eso y de alguna forma pienso que no pertenece a ese paisaje almeriense sino a otro más extenso, el que hace que La Bella Varsovia, editorial y colectivo cultural de Córdoba, reciba como un tesoro su nuevo libro "Ruido blanco". Hechas las presentaciones, imagino a los amantes de la poesía añeja y marmórea (como las estatuas, bellas e imperturbables) dudar en poner a su ruido en un pedestal. Si la poesía es algo bello, qué de bello puede tener hacer poemas como círculos concéntricos en torno a una presentadora de televisión, Crhistine Chubbuck, que se suicidó en directo, mujer blanca de casi treinta años o la silla eléctrica warholiana o ese bucle, Calibre 38-Especial, penetrante. Con un o todo o nada visual, como un cantante de rock sobreimpresionado en imágenes de Metrópolis, vanguardista incluso ahora, o el grupo prototecno alemán Kraftwerk, Raúl rasga el velo del recital abúlico y florido para no recomponerlo jamás. Es que la poesía es música, me dijo una vez. La poesía es música con guitarras eléctricas de fondo. Y es que hay que salir (mental y físicamente) de ese paisaje almeriense (o de cualquier otra provincia o ciudad, da igual) y empaparse in situ de lo que se cuece en todas partes y verlo, oírlo y tocarlo, no vale con sólo navegar por pantallas LED. Y apreciar, también, que la cordobesa Elena Medel, una de las mitades editoras de Raúl, referente de la poesía española actual (a la revista semanal de El País y sus extensos reportajes me remito, para los que nunca creen para así poder poner el dedo en la llaga) alucina con los medios y sitios que le ofrecen en Almería para las presentaciones de libros: salones de actos, librerías, bibliotecas, museos, que, en el caso de librerías para presentar libros, en Córdoba no encuentra. Al final, la presentación del libro de Raúl en el Museo de Almería el pasado jueves, convoca como una misa pagana a sus fieles y yo, que aborrezco el proselitismo, siempre espero que con ganas curiosas alguien más se asome desechados los prejuicios a estos aquelarres. Tal vez alguien anónimo llegue alguna vez como un extraño sin conocer a nadie, como yo hace muchos años y termine con ganas locas de estar y ver. Y es posible que ya siga ese camino de perdición feliz que acaba en los libros. El enjambre interior, la liturgia, la enfermedad, un agujero negro, el frío previo, un jirón en la carpa del circo. (Por Fco. S. Collantes)

Un ancla para un mundo saturado de señales (Tendencias 21, 13 agosto)

13/08/2012

Raúl Quinto propone en su último poemario la construcción de un asidero real, donde todo es espectáculo La Bella Varsovia ha publicado el poemario "Ruido blanco", del poeta murciano Raúl Quinto, un libro que en solo 50 páginas ofrece un análisis directo del caos que caracteriza a nuestra sociedad, en la que los medios de comunicación bombardean y modulan nuestras creencias, gustos, vivencias y, en última instancia, a nosotros mismos. El poeta propone crear, en medio de ese "ruido", un ancla. Pero el lenguaje que tenemos ya no sirve, por lo que para ello necesitaremos crear nuevos signos e idiomas. ?¿Blake no habló de grilletes forjados por la mente? Dioses y diablos nos convierten en niños asustados. Debemos acabar con ellos y alzarnos, felices, altos majestuosos?. Grant Morrison Si el ruido blanco, como la luz blanca, es una señal aleatoria que contiene todas las frecuencias y si el resultante es el caos registrado en una gráfica plana, bien sirve como metáfora de un mundo saturado de señales que obtiene como resultado nuestro particular registro del caos diario, por ejemplo, en los catastrofistas noticiarios de la sobremesa. Raúl Quinto (Cartagena, 1978) ?quizás porque el silencio en según qué tiempos parezca obsceno? ofrece un análisis, directo (50 páginas) y en forma de poemas, a partir de los patrones explicativos de este caos blanco que nos caracteriza; y lo hace, como no podía ser de otra forma, con el punto de mira en los mass media, instancias modeladoras de nuestras creencias, gustos, vivencias y, en última instancia, de nosotros mismos. Entre las virtudes de Ruido blanco (La Bella Varsovia, 2012) está la de rescatar el lenguaje de la contradicción, aquel estilo de la negación del que hablara Debord cuando los situacionistas eran cuatro locos. La contradicción es inherente a todas las cosas y también a nuestro mundo, el que unos pocos han creado para su beneficio y que, en la era del whatsapp, ha hecho de la incomunicación una de sus señas de identidad más universales. Ahora diseñamos emociones: ?Diseña un edificio cuyas puertas desaparezcan una vez cruzadas. Diseña una emoción?. p. 12 El ser humano es una miniatura del ser humano, un llavero en nuestros bolsillos. No necesitamos más que visitar la Piazza de la Signoria en hora punta y comernos un helado mirando la obra de los hombres. Esta vida vicaria de tamagochis, Second lives y perfiles sociales es nuestra tragedia: como una sombra nos persigue, se nos apropia y nos vive plácidamente. ?Algunos aseguran que una cabeza separada del cuerpo puede continuar consciente casi medio minuto. Esos ojos abiertos de raíz frente a la multitud. Eso decir.? p. 12 Encuentro en Ruido blanco una obsesión por la instantánea, por la imagen detenida y fragmentaria, por la fotocomposición o la superposición, por lo difuso, lo borroso y el vértigo ante las zonas limítrofes. La tendencia instructiva-expositiva de Raúl Quinto, su estilo aséptico de laboratorio o mesa de operaciones incide sutil pero abiertamente sobre nuestra mirada acostumbrada a no ver. Mostrar la descomposición, acusarnos y, acto seguido, intuir una salida a lo que en realidad era un callejón sin entrada. Como si el ruido de las bombas creara una melodía (?En la confusión de todas las voces amanece un idioma nuevo?, p. 13), la búsqueda de un nuevo lenguaje y, con él, de una nueva identidad con la que, volviendo a Debord, nos emancipemos de las bases materialistas de la verdad tergiversada. Por eso espera el derrumbe, como una esperanza. Ese ?labrarse una desgracia? de Palahniuk, la igualdad matemática del todo y la nada, el cero elemental (blanco) desde donde comenzar. La humanidad, escribe Benjamin, convertida en espectáculo de sí misma, ha llevado su autoalienación a un grado tal que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético. Y aquí cobran sentido los poemas vertebradores del libro sobre Christine Chubbuck, periodista estadounidense que en los años setenta se suicidó mientras presentaba un informativo en televisión. Una sociedad que prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser, no puede sino celebrar estos inmensos happenings cotidianos: accidentes de tráfico, guerras y suicidios, todo televisado. Artículos relacionados "Fagocitosis" o nuestro particular ocaso de los dioses Una ausencia planetaria Mi deseo se llamaba Yvonne y vendía Marlboro "El asesino hipocondríaco" es un híbrido entre Dexter, el inspector Gadget y Mortadelo Un cielo avaro de esplendor contra el olvido El espectáculo rutinario, que nos ha servido en riguroso directo la Guerra del Golfo o la caída de las Torres Gemelas ?violencia tranquilizadora desde nuestros sofás?, confiere valor de verdad a la imagen (?El encuadre lo es todo?, p. 18). La forma ha ocupado el fondo y se confirma aquella máxima de McLuhan: el medio es el mensaje. O, lo más preocupante, sencillamente no hay mensaje y por eso nos recreamos en la técnica. Nuestra sociedad, convertida en espectáculo de sí misma, se autofagocita con los Sálvame de rigor que levantan la sospecha sobre si somos la última fase de un cruel experimento conducente a salvaguardar al marionetista: ?? Alguien duerme. Alguien nos sueña. Comprobaron la eficacia del método en animales superiores: un elefante cae a plomo ante los ojos de la prensa.? p. 19 Pero no está el canto apocalíptico sin más. Si hay una enfermedad, parece decir Raúl Quinto, necesitamos un diagnóstico. El problema es que el lenguaje que tenemos no sirve, necesitamos un nuevo idioma, nuevos signos. Signos como el de Christine Chubbuck (?Ella quiere expresar su condición / de palimpsesto?, p. 22), como lo es el hombre que se quema a lo bonzo en Italia o como quizá lo sea, por ridículo que parezca, ?saquear? un Mercadona con carritos de la compra llenos de arroz y leche; puede que todo esto, en el terreno simbológico, contribuya a construir un nuevo lenguaje con el que sobrescribir el anterior. O no. Lo que parece claro es que necesitamos redescubrir los signos que nos rodean, volver a poseernos, sacudirnos de todo aquello que no somos. Todo nuestro edificio está agrietado. Sus cimientos son frágiles, como nosotros. La imagen dicta nuestra fortaleza, amparada en un supuesto confort y bienestar, pero acumulamos un malestar latente (?El enjambre interior?, p. 27), la ?revolución latente? de Baudrillard, pues en el fondo sabemos que todas nuestras decisiones, en el nombre de la felicidad, ya están tomadas. Nuestra vida kit nos aleja de ese ?ahora absoluto? y los síntomas, la fatiga ?mal del siglo de la sociedad moderna?, los despachamos con ocio y medicinas. Somos fantasmas: alguien nos sueña. Hablamos una fantasmagoría: el significado ?real? ha desaparecido y es su fantasma el que se pasea de signo en signo, sin llegar a estar en ninguno, como el deseo. Fantasmas en un mundo en el que todo remite a otra cosa, en el que los cuerpos son mercancía que adquiere su valor como objeto de consumo (?Piensa en tu reflejo escindido en el escaparate. Consume tu cuerpo?, p. 46), un mundo de saturación de voces, luces, carteles, anuncios, máquinas, es un mundo blanco por acumulación y mezcla, un cóctel de signos (?Aumentando el microscopio: un signo dentro de un signo dentro de otro signo: ruido?, p. 33) que representan este gran simulacro sublimado cayéndose a pedazos (?? cada veintitrés fotogramas se inserta el rostro en descomposición de Ava Gardner (?) El decorado es inmenso?, p. 43). Pero es nuestro mundo y, como escribe Raúl Quinto, ?No hay otro lugar. No hay otro tiempo. Solo el aquí? (p 46). Este es nuestro tiempo mítico, la profecía somos nosotros. Ruido blanco empieza con el pesimismo de ?Cero? y termina con el significativo ?El ancla?. Forjar un ancla significa construir un asidero que no sea autodestrucción y que ha de partir de nosotros mismos. Sólo hay que mirar ese terreno arrasado y desposeído que llevamos adentro, atreverse a descubrir las contradicciones que albergamos. Estaremos cabreados y no tendremos miedo. EL ANCLA Ahora forjo un ancla. Una forma afilada que enturbia el fondo del océano, como el anzuelo que desgarra la piel del pez sin atraparlo. Entonces, las escamas y la herida. El limo suspendido contra la dura roca. Y la intemperie del adentro. (p. 50). (Reseña por Antonio Mochón)

Raúl Quinto escribe sobre "el vacío de lo real" (Diario de Almería, 25 julio)

25/07/2012

EXISTE siempre la idea de que los poetas viven inmersos en sus libros -y si no es así, es la mía particular-, abrazados a una bufanda en verano intentando recitar al borde de un acantilado unos versos incomibles o, a lo sumo, difíciles de digerir -o por lo menos por aquellos que aún nos consideramos unos simples mortales-. Pero, entre toda esa marabunta de Don Juanes a sueldo, de poetas sublimes y alimentados del ego propio e impropio de los viejos escritores, siempre suele haber contadas excepciones. Y el poeta Raúl Quinto es una de esas envidiables y necesitadas salvedades. Un hombre que apura hasta el último segundo para seguir estando en el anonimato, en estos años convulsos en los que vivimos, y que sin embargo ha estado íntimamente relacionado con el Movimiento 15-M. Enarbolando las consignas de los indignados. Dejandose en la calle esos últimos versos que siempre quiso escribir y que ahora están al servicio del hombre de a pie: de aquel que realmente motiva sus libros. En estos días, la Editorial La Bella Varsovia, ha editado su ultimo libro "Ruido Blanco": un grito aleatorio que contiene todas las frecuencias. Todas ellas con la misma potencia. Articuladas cada una de ellas con el oficio de un viejo relojero. Su libro busca ser el grito preciso del mundo en el que vivimos. Donde todas esas voces nos llevan a esa soledad tan temida que sentimos habitualmente cuando estamos en medio de la muchedumbre. Raúl Quinto es un escritor que siempre suele abordar el poema como un acróbata que intenta sobrevivir en un mundo difícil y decadente, donde el poeta se aferra a todo aquello a lo que uno realmente pertenece. Ruido Blanco es un libro donde el escritor explora las diferentes pieles que tiene cada uno de esos ruidos que nos habitan. Y que laten agazapados en cada uno de nosotros. Sus cuidados versos son como un torrente barroco o como un gigantesco zapping presidido por el fantasma catódico de Christine Chubbuck, aquella presentadora de TV que intentó ofrecer a sus espectadores «lo último en sangre y vísceras» con un gesto definitivo. Siendo honesto con el mundo inquietante que hay ahí fuera. Sin duda alguna, su militancia en la vida es la verdadera riqueza que dicta la conciencia de sus versos. Ruido Blanco es el libro de poemas que aspira a ser ese poemario que todo poeta siempre ha deseado escribir: un libro donde el autor establece su contrato con la realidad que le rodea, como asevera el teórico literario francés, Mauric. El escritor Raúl Quinto ha vuelto a la edición con un arma cargada de futuro -la poesía-, donde ha venido a ofrecernos el inexpresivo rostro del más aterrador de los vacíos: el vacío de lo real. (Por Guillermo de Jorge)

"Ruido blanco" en Nayagua (julio)

25/07/2012

Al igual que la suma de todos los colores culmina en el blanco, la sobredosis de información se traduce en un inmenso cero. Un signo dentro de otro signo, una emisora circunscrita entre otras decenas de voces que todas congregadas se traducen en ese ?ruido blanco? ?que contiene todas las frecuencias?. La avalancha de los medios de comunicación y su naturaleza invasiva: un ?desorden? barroco que ha hecho de la confusión su ?superficie?. Con fuerza expresiva Raúl Quinto se adentra en este inerte palimpsesto en el que lo fragmentario es la nueva dictadura y la elipsis el imperio de la irrealidad. Quizá de todo ello nazca un nuevo idioma y este libro constituya su primera piedra de toque. Un ?ruido? que acaba siendo una melodía altamente recomendable.

"Crítica social de una manera integral, arriesgada y coherente" (Artes hoy, 26 junio)

02/07/2012

El ruido blanco es una señal aleatoria que se caracteriza por el hecho de que sus valores de señal en dos tiempos diferentes no guardan correlación estadística, que contiene todas las frecuencias y todas ellas muestran la misma potencia. Así, su densidad espectral de potencia es una constante. Es decir, su gráfica es plana, nos indica Wikipedia. A través de este símbolo, Raúl Quinto nos expone la incomunicación y la sobreexposición a la información que provoca el aturdimiento, el desentendimiento y la apatía en nuestra sociedad («al vacío se llega por exceso de representación»). La asepsia de las imágenes que utiliza el poeta, su frialdad, se corresponde extraordinariamente con la atmósfera de deshumanización con la que retrata nuestra realidad. Por tanto, Quinto demuestra una excelente elección de campos semánticos (una habilidad ya demostrada sobre todo en su anterior "La flor de la tortura") que anula la capacidad de empatía. Además, el escritor yuxtapone en sus piezas las imágenes, con lo que presenta una construcción que manifiesta una organización muy visual (no en vano, explícitamente juega con el lenguaje cinematográfico: «primer plano de las manos de William Parsons. Fundido en negro»), presuntamente objetivista, o también a una, como llega a indicar el propio autor, «composición cubista». En ese sentido, se denuncia con este método la falta de nexos, de vínculos que relacionan la información y que demuestran su causalidad. En nuestra cotidianeidad, esta parcelación es un mecanismo de manipulación, pues presenta una realidad aislada, que aborta o dificulta una posible crítica estructural, amortiguando por tanto los efectos del capitalismo. Igualmente, responde a una sociedad compuesta de sujetos aislados que, en definitiva, remite al individualismo que, no en vano, impera en nuestros días. La propia estructura de los poemas se interpreta en ese sentido, ya que muchos versos están compuestos de oraciones formadas por sintagmas nominales. Así, "Ruido blanco" aporta una lectura política evidente. Pero Quinto con mucha habilidad sabe mostrar su denuncia a través de la propia forma de enunciación; con la presentación de un discurso que no es explícito, que no ofrece conclusiones y que, en esencia, exige al lector que discierna del ruido, obligándole también a llevar a cabo un acto que le dota de capacidad política. Quinto agudiza tanto el registro aséptico de su, por otra parte, original "La piel del vigilante", como la fuerza de unas poderosas imágenes, basadas con frecuencia en elementos corporales, que no buscan ni la belleza ni el lirismo: «Miles de transistores sobre el lecho de un lago drenado». Incluso recupera su violencia y su aliento surrealista, especialmente en la serie de poemas escritos en cursiva: «el verde hálito de las farmacias humedeciendo las quemaduras». Con todo, el autor denuncia la falta de pensamiento crítico y la manipulación y control a través de los medios de información: «Transmisiones de radio: una señal / emite todas las frecuencias. // Igual a cero». Además, en algunos momentos, se asocia a la exposición del horror de la guerra, como cuando vincula el blanco (otro símbolo constante en todo el volumen, al igual que el de vacío) con la explosión de la bomba nuclear. El libro está armado con dos series de poemas, junto con otras piezas independientes de ambos. Una es el ciclo de Christine Chubbuck, que es el personaje que da unidad a un volumen ya de por sí muy cohesionado. Se trata de una presentadora de televisión que se suicidó en directo tras anunciar: «De acuerdo a la política del Canal 40 de brindarles lo último en sangre y entrañas a todo color, están a punto de ver otra primicia: un intento de suicidio». Este conjunto de textos resulta especialmente brillante. Al aludirla se pone de relieve la presencia de la televisión en nuestra sociedad. El otro conjunto se compone de poemas de versículos, editados en cursiva, con títulos entre paréntesis que aluden a procesos y elementos biológicos o físicos mayoritariamente. Poseen mayor desarrollo descriptivo. No responden tanto a la denuncia de la incomunicación, pero sí manifiestan con potencia esa atmósfera deshumanizada; desierta, solitaria (donde se pueden otear ambientes propios de J.G. Ballard). En ese sentido, aparecen procesos químicos y físicos que concluyen en la homogeneización de sus componentes, en principio distintos. De este modo, habla de la uniformidad del pensamiento actual. Además, se constata la reescritura continua de la Historia, de los hechos. Critica la construcción y reconstrucción de una realidad falsificada, de un mundo aparente y hueco: «Diseña un edificio cuyas puertas / desaparezcan una vez cruzadas»; «el encuadre lo es todo». Así, resuenan continuamente los situaciones en esta obra. Sin embargo, la falta de conciencia, de crítica, no priva de una apariencia de vitalidad: «Algunos aseguran / que una cabeza separada / del cuerpo puede continuar consciente / casi medio minuto». En ese sentido, no resta importancia el autor a la responsabilidad de los individuos al aceptar y convivir con esos principios: «Lo que vendemos / es lo que quieren, lo que son. // Es el deseo. Y su amnesia. // Cubren los ojos con las manos / y dejan un resquicio / para seguir mirando. // Es lo que quieren, // su miedo en una caja de cristal». A pesar de ello, se cuela la esperanza: «te abrazo con fuerza esperando que la onda expansiva nos esquive»; «esperar el derrumbe». Sin embargo, se trata de brillos muy puntuales en un registro, en general, desolador. Siete notas a estos 36 poemas revelan al lector contextos o alusiones. Sirven para iluminar el poema, no para explicarlo (recordemos a Enrique Falcón cuando indicaba que «debido al asombroso éxito de las tácticas de invisibilización de la propaganda a la que se enfrenta, un poeta político no debería dar por supuesto el hecho improbable de que los lectores conozcan por entero el mundo en el que viven. Por ello, en ocasiones la poesía política ha de ser anotada»). Además, el escritor introduce en ocasiones alusiones muy concretas. En suma, "Ruido blanco" resulta un breve pero excelente poemario, que sabe hábilmente elaborar una crítica social de una manera integral, arriesgada y coherente. (Por Alberto García-Teresa)

"Un libro lleno de hallazgos" (Blog de Agustín Fernández Mallo, 1 julio)

02/07/2012

En marzo se publicó, "Ruido Blanco", poemario de Raúl Quinto (Edit, La Bella Varsovia). Brevísima e intensa colección de poemas en la que se plantean correspondencias -en forma de símiles muy diferidos-, entre la señal de ruido aleatorio ?ruido blanco-, y la sobreproducción informativa hoy. Como es habitual en la poesía de Raúl Quinto, se trata de un libro lleno de hallazgos y ?es este caso- notables correspondencias entre la tecnología pura y la perplejidad derivada estados de aliento epifánico.

Entrevista con Raúl Quinto (Radio Ejido, 8 mayo)

22/06/2012

Dentro del programa "Atrévete a leer", impulsado desde la Librería Sintagma.

Vicente Luis Mora sobre "Ruido blanco" (Diario de lecturas, 3 junio)

03/06/2012

Aunque muchos somos los ballardianos, es extraño ver huellas del visionario inglés en textos actuales, aunque sí parecen rastreables en los casos de Rubén Martín (Granada, 1980), Luis Gámez (Córdoba, 1981), Raúl Quinto (Cartagena, 1978) y Sergi de Diego Mas (Barcelona, 1975), que como puede comprobarse tienen una edad muy similar. Aunque todos ellos tienen presente al autor británico en sus trabajos, es Sergi de Diego Mas quien lleva a cabo en su poemario "E-mails para Roland Emmerich" (2012) un homenaje en toda regla. Numerosas influencias son rastreables en este primer poemario (de David Foster Wallace a David Lynch, de las letras de Sonic Youth al cine de Tarkovski), pero la ballardiana destaca sobre todas: si Ballard habla de ?ese elaborado holograma llamado realidad?, S. de Diego Mas completa diciendo que ?la única realidad es que ya todo es ficticio? (ERE, p. 69), y cita también hologramas, como luego veremos. Simulacro referencial, sexo degradado, residuos de la era tecnológica y poesía devastada se encuentran remezclados en un primer libro prometedor y diferente. Rubén Martín, en "Radiografía del temblor" (2007) y Raúl Quinto en "Ruido blanco" (2012) llevan a cabo lo que podría entenderse como un diálogo directo, que por la línea ballardiana encuentra un tercer interlocutor en de Diego Mas. Entre los tres poemarios se ven algunos puntos de contacto: la desconfianza hacia la ciudad como núcleo humano afectivo y acogedor; la denuncia de la videovigilancia y la deshumanización técnica, y la conversión socioeconómica de los seres humanos y sus cuerpos en máquinas productivas: ?el alma es un parásito en la maquinaria perfecta del cuerpo? (RQ, Ruido blanco, p. 33); ?en el parque hay hologramas en blanco / y negro jugando al baloncesto? (SDM, ERE, p. 23) ?somos máquinas que duermen su temor a sí mismas? (RM, Radiografía del temblor, p. 29). Utilizan un ambiente descriptivo donde el tono visionario o la razón ardiente mencionada por Apollinaire se imponen como ejes discursivos. Además se advierte un generalizado uso de la terminología quirúrgica, la imagen de las ondas de radio (?tranmisiones de radio: una señal / emite todas las frecuencias?, RQ, RB, p. 11; ?una emisora perdida / retransmite lo que somos / en el limbo de las interferencias?; RM, RT, p. 40), de las estrellas muertas aún visibles (SDM, ERE, p. 58; RQ, RB, p. 43); y de los límites entendidos como cicatrices y las cicatrices como límites. A lo anterior hay que sumar los denominadores comunes del tono apocalíptico, la imagen violenta, la estética televisiva, la omnipresencia de residuos técnicos y de basura, así como la semántica de la radiación nuclear, estilemas todos marcadamente presentes en la obra de Ballard y casi señas de identidad de su narrativa. Teniendo en cuenta la potencia simbólica de la obra ballardiana, cuya recepción en la literatura en castellano (pienso en Rodrigo Fresán, Javier Fernández o Javier Calvo, por ejemplo, además de en los autores citados) aún está por estudiar, entiendo que esta línea ballardiana de la poesía española representa en la lírica, con notable acierto, la parte más negra y desesperanzada de nuestra realidad actual, los excesos de la tecnología y el sistema de consumo y la angustiosa sensación terminal y de fin de época que nos rodea.

La Bella Varsovia en Carne Cruda (Radio 3)

24/04/2012

La Bella Varsovia es una de las editoriales elegidas por Carne Cruda para celebrar un reivindicativo Día del Libro.

Autor: Quinto, Raúl

Raúl Quinto (Cartagena, 1978) es uno de los coordinadores de la Facultad de Poesía José Ángel Valente y ha colaborado como crítico en publicaciones como Quimera. Es autor de los libros de poemas “Grietas” (2002; reeditado con “Poemas del Cabo de Gata”, 2007), “La piel del vigilante” (2005), “La flor de la tortura” (2008), “Ruido blanco” (La Bella Varsovia, 2012) y “La lengua rota” (La Bella Varsovia, 2019). También ha publicado los libros de prosa híbrida “Idioteca” (2010), “Yosotros” (2015), “Hijo” (La Bella Varsovia, 2017) y “La canción de NOF4” (2021).


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