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Yvette: portada

Primer capítulo / Extracto [Ver]

  • N° páginas : 128
  • Medidas: 130 x 210 mm.
  • Peso: gr
  • Encuadernación: Rústica
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Yvette DE MAUPASSANT,GUY

Una de las obras más representativas de Maupassant publicada por primera vez en España. El relato de una educación sentimental y social.

Editorial:
Traductor:
Luisa Juanatey
Colección:
NARRATIVA
Materia BIC:
FICCIÓN CLÁSICA
ISBN:
978-84-941162-8-5
EAN:
9788494116285
Precio:
12.02 €
Precio con IVA:
12.50 €

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Sinopsis

Maupassant describe el camino que conduce a la joven Yvette a tomar conciencia del mundo en el que vive junto a su madre, una cortesana entre fortunas dudosas, aventureros y libertinos.
Yvette es una joven apasionada y novelesca: su personalidad cambia, un día es inocente y soñadora, y otro, tentadora y humillante. El drama de Yvette es desear distinguir lo verdadero de lo falso y aspirar a ser ella misma y escapar del destino que le está reservado en el mundo de la “prostitución dorada”.
Con su maestría para construir un relato, Maupassant nos lleva de la alegría de vivir a las ilusiones perdidas, y recrea una época en la que la condición de la mujer la condenaba a vivir renunciando a sus ideales y a su propia identidad.

El libro en los medios

Muchos sexos, muchos amores, y todos en los libros

23/02/2015

Guy de Maupassant tuvo la doble e inmensa suerte de no tener que escribir desde el tiempo pequeño que compartimos con Badou (el siglo XXI y sus miserias) y a la vez de hacerlo sin la libertad que no tuvo Sade en el XVIII. La vida literaria de Maupassant fue desde luego mucho más creativa y rica que la vida familiar y sentimental de Yvette, que poco a poco conoce los entresijos del amor y del placer, y también sus bajezas y se desilusiona de algunas esperanzas sin renegar del mundo. Yvette es en cierto modo, aunque una narración, un reflejo de ciertas experiencias del mismo joven escritor periodista y vividor Guy de Maupassant. Ambos viven en un mundo mentiroso, peligroso, lleno de falsedad y de engaños, que es lo que no parece y parece lo que no es. Esto, que en el siglo XIX podía parecer llamativo y reservado a las cortesanas profesionales, a sus clientes y a sus imitadores, es enormemente más llamativo en el siglo XXI, puesto que lo que entonces fue excepcional y marginal es hoy habitual. Hoy no podría haber una Yvette ni hay un Maupassant, precisamente porque las experiencias de Yvette son mucho más comunes y no llamarían la atención y porque nuestras mejores plumas… se dedican a otras cosas. La pasión de Yvette contada por Maupassant merece sin embargo ser disfrutada a estas alturas justo porque sólo sobre el papel tenemos acceso a ella y porque aún la necesitamos entender para no perdernos aspectos esenciales de la vida sentimental, afectiva y sexual. El riesgo de no leer a Maupassant es animalizar la vida íntima y reducirla o a una casi-obligación o a una simple descarga elemental. Un riesgo, por cierto, que la juventud corre más y más a medida que lee menos y menos… lo cual convierte este libro en magnífico regalo para cualquiera de nuestros amigos adolescentes, digamos entre los 15 y los 45 años, o un poco más allá incluso.

Guy de Mauppasant: Yvette

07/01/2015

Desde este otoño Jimena Larro­que imparte en Espa­cio LEER un taller de Lite­ra­tura Fran­cesa, Bel Ami, lla­mado así en honor a la novela de Guy de Mau­pas­sant. Y de Mau­pas­sant, ese orfe­bre del cuento de abso­luta vigen­cia, acaba de edi­tar Pasos Per­di­dos, en tra­duc­ción de Luisa Jua­na­tey, Yvette. La edu­ca­ción sen­ti­men­tal de la joven del título, cierto bova­rismo de chica capi­ta­lina y mun­dana, su insa­tis­fac­ción ante los recla­mos de la buena socie­dad en la que vive acom­pa­ñando a su cor­te­sana madre, la infruc­tuosa bús­queda de su pro­pia iden­ti­dad… Una joya.

YVETTE EN EL MUNDO DE LA PROSTITUCIÓN DORADA

07/01/2015

Yvette es una novela breve -apenas supera las cien páginas- de Guy de Maupassant (1850-1893), un reconocido escritor naturalista francés que tuvo de maestro a Flaubert. Sin llegar a la suprema sobriedad flaubertiana, tuvo el mérito de dominar la técnica canónica del cuento, del relato que puede condensarse en una páginas o extenderse hasta un centenar. No pocos cultivadores del género como Horacio Quiroga, Gógol, Turgéniev, Tolstoi y el mismo Chéjov lo venerarían en décadas posteriores. Maupassant alcanzó la celebridad con un relato de longitud media, Boule de suif (Bola de sebo, 1880), aunque la más conocida y celebrada de sus novelas es Bel-Ami (1885). Yvette constituye una recreación de Yveline Samoris, un relato aparecido en 1882. La primera edición de Yvette es de 1884. Suele considerarse un hecho cierto que en los últimos períodos de su existencia, Guy de Maupassant dio muestras de una enfermiza inclinación hacia las jovencitas, porque seguramente creía que la sífilis, la enfermedad de la que se había contagiado, se vería aliviada evitando el contacto con las prostitutas más veteranas, y dando rienda suelta a su libido con jóvenes prostitutas o cortesanas casi adolescentes. Los salones que frecuentaba, contaban con una amplia nómina de estas seductoras adolescentes. No es de extrañar pues que el escritor conozca de primera mano ese mundo de la prostitución dorada. Yvette es el prototipo de esas “deliciosas criaturas perfumadas”, de la adolescente sensual que, adelantándose en setenta años a Nabokov, constituye la imagen perfecta de una Lolita, la joven mujer-florero, usada, en este caso por su madre, como eficiente reclamo de seducción. Yvette, que vive en efecto con su madre que se hace llamar marquesa de Obardi, es una joven tan bella como ingenua, al menos aparentemente. Su madre, cortesana de lujo, regenta un salón donde se ejerce la “prostitución dorada”, y emplea la hermosura y pueril inocencia de la hija para atraer una selecta clientela de burgueses y falsos aristócratas, pretendientes de los favores sexuales de Yvette, pero excluyendo el matrimonio: “Sabe muy bien que entre nosotros no podría tratarse de matrimonio…se trataría de amor” (página 65), le dice el pretendiente que cree tener más posibilidades de seducirla, el falso duque de Servigny. La novela da comienzo en el momento en el que Jean de Servigny, en compañía de su amigo Léon Saval, ambos ricos parisinos, se dirigen a los salones cortesanos de la pseudo marquesa de Obardi. El propósito de Servigny no deja dudas desde las primeras páginas: se ha encaprichado de Yvette, espera cobrar algún día su presa, pero tiene muy claro que con ella no se va a casar. Maupassant mantiene la tensión a lo largo de poco más de cien páginas, alimentando la incertidumbre de si Servigny logrará hacer realidad su plan: seducir a Yvette. Pero la tarea no deja de ser ardua porque la joven, apasionada y novelesca, no es consciente de las verdaderas motivaciones de sus galanes admiradores. Ambas partes, pues, practican juegos distintos. Por eso Yvette, destinada a la prostitución dorada, pero todavía no iniciada por su madre, experimentará en su alma la gran decepción cuando descubre las verdaderas intenciones de los pretendientes de su hermoso cuerpo. Y esa gran decepción se viste en la novela de un dramatismo artificial, pero no por ello menos peligroso. Una resbaladiza niñería que en el fondo no es otra cosa que un medio más para llamar la atención de sus pseudo príncipes, duques, condes y barones. Y así penetra la incauta y soñadora Yvette en el mundo de los mayores, que ya no es un cuento de hadas, sino la realidad de los salones cortesanos: ser adorada por los hombres, pero solamente en su radiante y hermosa corporalidad en el pináculo de la prostitución, renunciando a sus ideales. Al margen de esta trama y del juego de seducción/inocencia que Maupassant relata con la solvencia del narrador omnisciente que conoce todo lo que pasa por la mente de sus protagonistas, la novela tiene el mérito de reflejar el ambiente en el que se ejercía esa prostitución de lujo, los salones donde los burgueses y la aristocracia del siglo XIX sueñan no solo con dar rienda suelta a sus insititos sexuales, como ocurría en los prostíbulos, sino con la pulsión sexual camuflada bajo el ropaje del juego de la seducción y del amor que nunca va más allá de huecas palabras. Un exacto retrato pues del París burgués y libertino, poblado por vividores y egoístas inmensamente ricos. El estilo de la prosa de Maupassant, a pesar de que nunca admitió ser considerado un escritor realista, se explaya en las descripciones de paisajes, objetos y en el reflejo de la psicología de sus personajes, especialmente de Yvette, madame Obardi y Servigny. No obstante, su estilo resulta con frecuencia demasiado enfático y fuerza el peso de una anécdota a base de dramatismo, con frecuencia sobreactuado, como ocurre en el desenlace de esta novela.

Yvette

10/12/2014

Yvette es una joven tan extraordinariamente bella como ingenua. Criada entre algodones por una madre cortesana de lujo, no se da cuenta del mundo en el que se mueve. Yvette se dedica leer a novelas de romance y ivetteaventura, a entretenerse en actividades livianas y a volver locos a los hombres, sin tener la más mínima consciencia de ello. O eso parece. Jean de Sevigny es un joven caballero que frecuenta la casa donde recibe la madre de Yvette, la falsa condesa Obardi. Lo hace con un claro objetivo: la bella Yvette, de la que no sabe si es realmente ‘naif’ o se dedica a jugar con él, siguiendo una estrategia tan meditada como retorcida. Esta novelita de trama redonda arranca en el momento en el que Sevigny convence a su amigo Leon Saval para que le acompañe a los salones cortesanos de Obardi. La incertidumbre de si Sevigny conseguirá sus propósitos con Yvette o no, se mantiene a lo largo de las poco más de cien páginas que tiene la obra, en las que Maupassant sortea sin titubeos los precipicios de la previsibilidad, aunque a veces parece que se acerca hasta el borde, en lo que es, sin duda, un juego muy reflexionado con el lector. Le ayuda en ello el ardid tan decimonónico de recurrir a un narrador omnisciente que conoce todo lo que pasa por la mente de los personajes. Digo ardid aunque es un recurso muy legítimo y el autor francés lo usa de manera muy competente. Por ejemplo, en apenas dos páginas hace un retrato certero y puntilloso de Saval y Sevigny, poniendo así al lector rápidamente en situación. Esa misma forma de captar los detalles relevantes le sirve para colocarnos en un momento en los ambientes de un París libertino y burgués, dejando un rastro bien trazado de lo liberador que es el libertinaje en medio de una sociedad burguesa y lo cómodamente que esos atributos burgueses permiten disfrutar de las aficiones más libertinas. A pesar de que Maupassant negaba a ser realista (aunque Balzac lo incluyó en una antología del realismo), se afana en las descripciones de los paisajes, las estancias y los objetos, como herramientas no sólo para describir un ambiente o una situación sino también la psicología de los personajes. Por otra parte, su Yvette recuerda a veces, con sus sueños novelescos, a la fantasiosa Emma Bovary. No es realmente un calco de la heroína de Flaubert, aunque Maupassant era un gran admirador suyo, y lo conocía y trataba personalmente ya que era amigo de su madre desde la juventud. La destreza con la que Maupassant maneja todas sus armas de escritor hace que sea una pura delicia leer esta novela corta. Una extensión por cierto muy ajustada a lo que pide el relato, y es uno de los elementos en los que Maupassant demuestra ser un autor de nivel. ¿Qué pasará con Yvette? ¿Ocurrirá lo que deseamos o sucederá lo que tememos? ¿Nos decepcionará el final? Maupasant es capaz de dar mil cabriolas y dejarnos al final del trayecto asombrados y risueños.

Autor: de Maupassant, Guy

Guy de Maupassant (1850-1893) es uno de los más grandes escritores en lengua francesa. Admirador y discípulo de Flaubert, le introdujo en los círculos literarios donde conoce a Turgénev, Zola y a los hermanos Goncourt. En 1880 publica Bola de sebo, editado por Zola en Las veladas de Médan. Su éxito es rotundo llegándose a calificar de obra maestra. La aparición de este relato le sirve de trampolín para comenzar su prolífica obra como narrador. En el plazo de diez años escribe relatos, novelas, libros de viaje, novelas cortas como Yvette y obras de teatro; una producción ingente de la que cabe destacar Bel Ami o Fuerte como la muerte, y más de trescientos relatos. Tras varios intentos de suicidio finalmente es ingresado en una clínica parisina donde muere en 1893.


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