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- N° páginas : 224
- Medidas: 130 x 210 mm.
- Peso: gr
- Encuadernación: Rústica
Delicias turcas [Próxima aparición] WOLKERS, JAN
Un amorío sensual, una cruda y satírica mirada sobre el conflicto entre la potencia represora de la sociedad burguesa y los arrolladores embates de la revolución sexual.
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Sinopsis
Olga es burguesa, pelirroja y sensual hasta quitar el aliento. Él es un artista sin un centavo, rudo, práctico. Todo comienza con un choque automovilístico provocado por un doloroso cierre de bragueta, que desemboca en un matrimonio arrollador, desaforado, que desafía los prejuicios de la educación de Olga y se convierte en un “paraíso terrenal” en el que la locura es el destino final.
Escrita a fines de los años sesenta, Delicias turcas cuenta la historia de un amorío sorprendente, tempestuoso, sensual, escandalosamente explícito; una pasión de esas que sólo la muerte puede destruir. Pero también es una cruda y satírica mirada sobre el conflicto entre la potencia represora de la sociedad burguesa y los arrolladores embates de la revolución sexual.
Delicias turcas ha sido traducida a más de diez idiomas y llevada a la pantalla grande por Paul Verhoeven en 1973. Jan Wolkers, artista total, es hoy considerado como uno
de los más grandes autores neerlandeses.
“Como Henry Miller, Wolkers escribe con un erotismo exuberante y un formidable apetito de vivir” (New York Times Book Review).
Autor: Wolkers, Jan
Jan Wolkers (1925-2007) Escritor y escultor neerlandés, considerado uno de los grandes autores de la literatura neerlandesa de la segunda posguerra. Antes de volcarse a la escritura, estudió pintura en Leiden y escultura en la Koninklijke Academie van Beeldende Kunsten de Ámsterdam, tras lo cual vivió una temporada en París. La calidad de su escritura lo hizo trascender las fronteras de su país. Hacia 1980 se mudó a Texel, lugar en el que se dedicó preferentemente a la escultura. Su obra más conocida es el memorial a las víctimas de Auschwitz, que le encargó la ciudad de Ámsterdam. Consiste en una serie de amplios vidrios rotos, en los que el cielo se refleja día y noche. “Luego de Auschwitz –sostuvo Wolkers en su inauguración– el cielo ha sido herido para siempre”.
